TERCERA SALIDA DE GREGORIO
9. Parte 9
Apenas sentía la manzana podrida incrustada en su lomo y la inflamación completamente cubierta por el polvo blancuzco. Pensó en su familia con emocionado cariño. Su convicción de que tenía que desaparecer era acaso más firme que la de su hermana. Permaneció en un estado de meditación vacuo y apacible, hasta que en el reloj del campanario dieron las tres de la madrugada. Llegó a tener conciencia de la claridad difusa del alba al otro lado de la ventana. Luego, involuntariamente, su cabeza se hundió por completo, y su hocico exhaló débilmente el postrer aliento.