Imprimir el Libro CompletoImprimir el Libro Completo

LA GALLINA DEGOLLADA. HORACIO QUIROGA

Sitio: Aulas | Uruguay Educa
Curso: LSU LITERATURA
Libro: LA GALLINA DEGOLLADA. HORACIO QUIROGA
Imprimido por: Invitado
Día: lunes, 20 de mayo de 2024, 01:59

1. Introducción. Parte 1

Narrativa: “La gallina degollada” de Horacio Quiroga (escritor uruguayo)

Palabras preliminares para contextualizar al estudiante y llevarlo a reflexionar

Pensar en el cuento “la gallina degollada” implica, antes que nada, ubicarnos en 1917. Quizá poco sepamos de cómo era la vida en ambas orillas del Río de la Plata en ese entonces; bien vale mirar a la Literatura como un espejo de las realidades de los tiempos que narra.

Comencemos con un detalle muy importante para intentar ubicarnos en esos años: los derechos de las personas. Tal vez no se te haya ocurrido nunca que no deberías tener derechos, o que solo los podés obtener si llegás a tal o cual edad. Probablemente porque creés vivir con los que necesitás. ¿Qué pasaba en el 1917 en Uruguay? ¿Había diferencias importantes en cuanto a derechos?


2. Introducción. Parte 2

Dato curioso, hasta 1917, fecha en que se publicara el libro :“Cuentos de amor de de locura y de muerte” que contiene a este cuento, ser personas implicaba ser “normal”. ¿Loco no? ¿Qué es ser normal? La Constitución, máxima ley del país renovada en ese año, no tomaba -hasta la fecha- a la personas con “capacidades diferentes”. Dicho de otro modo, si no entrábamos dentro de esa normalidad validada, no éramos personas. ¿Qué ocurre en la actualidad? Al observar a una persona la distinguimos primero como tal. También hemos llegado a comprender que la diversidad y las diferentes características que nos hacen únicos, colaboran en la construcción de fortalezas variadas (somos buenos para lo que otros no tanto y viceversa). Sin embargo, largo ha sido el camino para llegar a afirmar que: “No somos mejores o peores, sino todos diferentes.”


3. Introducción. Parte 3

En este cuento encontrarás muchas cosas: 1) a un matrimonio joven que ve a concebir un hijo como una proyección generosa de su amor y una renovación del mismo. 2) A ese mismo par de padres que luchan ante una enfermedad que de la noche a la mañana”les cambia a su hijo y los llena de culpas. ” Esto último porque el doctor busca causas genéticas en la enfermedad de su primer hijo, es decir problemas familiares anteriores para explicar el mal del niño. 3) También veremos el horror de la repetición de este hecho, no ya en un hijo sino en cuatro. 4) Apreciaremos costumbres, como el cuidado de los niños a cargo de las madres y el trabajo, como responsabilidad de los padres. 5) Descubriremos lo que hace la falta de comunicación y el guardarnos nuestras impresiones y sensaciones hasta explotar. Estos padres que desde el amor quisieron serlo se tratan mal y culpan mutuamente. 6) También veremos la importancia de la educación y de los hábitos, como por ejemplo: levantarnos temprano y asearnos, que a veces tan poco nos gusta sumar a nuestras vidas.


4. Introducción. Parte 4

Aprontémonos a sorprendernos y tomemos la actitud de detectives en la escena de un crimen. Atentos a las pistas que nos de el narrador(quien nos cuenta la historia). ¡Y cuidado, que si nos perdemos algún detalle, algo quedará por ahí perdido! ¿Estás atent@? En un cuento, nada de lo que se dice sobra, es una narración breve que debe mantener la tensión, la intriga. Esa es su principal característica. Comienza el reto, no te pierdas nada...

¡Ah, me olvidaba de algo más! La palabra idiota, refiere a una enfermedad con diferentes grados que limita seriamente las capacidades mentales. No está empleada en la obra como insulto, aunque para muchos oyentes de distintas edades, quizá no adolescentes, suene así. A ustedes no les va a suceder, pero para nosotros superar el significado que asociamos a la palabra es una barrera importante porque la conocemos y la hemos dicho o escuchado con otro uso. Simple muestra de que las diferencias crean siempre retos o ayudan a ver el mundo más amplio, depende de todos...Comencemos detectives!!!! Iremos intercalando el cuento con preguntas y explicaciones, realizaremos lo que se llama una lectura comentada. ¡Suerte en su investigación!



5. Cuento. Parte 1

La Gallina degollada. Horacio Quiroga

Todo el día, sentados en el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la boca abierta.

Primeras preguntas, muy importantes: ¿qué datos aporta el narrador de los cuatro hermanos? ¿El lugar? ¿El tiempo? ¿Su aspecto? ¿Se acuerdan de todo? Si les falta alguno de estos datos, revisen lo narrado. ¡Habrá que verlo una vez más!

El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar (caer, al atardecer) los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa (la misma risa les causaba otra y se generaba como una sucesión. Nos pasa a veces, cuando empezamos a reírnos y después de un rato, no nos acordamos del motivo), mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida.

Otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia (en este caso su quietud), y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo (como si no estuvieran allí), y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa (espesa) saliva el pantalón.


6. Cuento. Parte 2

Segundo grupo de preguntas: ¿cómo pasaban sus días los chiquilines? ¿Qué los motivaba?¿Qué solían hacer? ¿Puede ser que sus pantalones estuvieran completamente empapados por la saliva o hay una exageración? ¿Te has puesto a pensar en la forma en que te expresás? ¿La importancia de la lengua? Está llena de formas que embellecen y amplían el sentido del mensaje. Tanto así que en Literatura a esas formas especiales de decir que permiten al receptor una interpretación más amplia se les llama recursos literarios. Hay variados, exagerar, agrandando o disminuyendo algo, por ejemplo: “Hice el trabajo en un segundo” se conoce con el nombre de hipérbole. Pero sigamos con el cuento...

El mayor tenía doce años y el menor, ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal.

Aquí vemos la importancia de la época. El cuidado de los hijos, ¿a cargo de quién dijimos que estaba? Entonces, ¿el cuento lo refleja?

Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de sus padres. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia un porvenir mucho más vital: un hijo. ¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovación?

¿Pensaron en algún día tener hijos? Los hijos para este matrimonio significaban la consagración de su cariño, ir un paso más allá del amor entre dos, para dedicarse y amar a otro. Entones, ¿por qué estaban sentados en un banco todo el día? Algo anda mal, ¿no te parece?

Así lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo llegó, a los catorce meses de matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. La criatura creció bella y radiante, hasta que tuvo año y medio. Pero en el vigésimo mes sacudiéronlo una noche convulsiones terribles, y a la mañana siguiente no conocía más a sus padres. El médico lo examinó con esa atención profesional que está visiblemente buscando las causas del mal en las enfermedades de los padres.

Después de algunos días los miembros paralizados recobraron el movimiento; pero la inteligencia, el alma, aún el instinto, se habían ido del todo; había quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para siempre sobre las rodillas de su madre.

—¡Hijo, mi hijo querido! —sollozaba ésta, sobre aquella espantosa ruina de su primogénito.

El padre, desolado, acompañó al médico afuera.

—A usted se le puede decir: creo que es un caso perdido. Podrá mejorar, educarse en todo lo que le permita su idiotismo, pero no más allá.

—¡Sí!… ¡Sí! —asentía Mazzini—. Pero dígame: ¿Usted cree que es herencia, que…?

—En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que creía cuando vi a su hijo. Respecto a la madre, hay allí un pulmón que no sopla bien. No veo nada más, pero hay un soplo un poco rudo. Hágala examinar detenidamente.

El narrador es muy duro al referirse al niño, ese ser que nació desde el amor se ha convertido en una espantosa ruina, incapaz de sostenerse en los brazos de su madre. Por eso expresa la nueva situación como “muerto para siempre”. Ya no será el mismo. ¿Conocés a algún bebé entre año y medio y dos? A los veinte meses los pequeños hacen muchas cosas, caminar, comer, tocar objetos que no deben, llevarse todo a la boca, decir cosas que quienes no los ven seguido no logran entender por confusas, etc.. Todo ello se perdió en una noche.


7. Cuento. Parte 3

Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobló el amor a su hijo, el pequeño idiota que pagaba los excesos del abuelo. Tuvo asimismo que consolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo más profundo por aquel fracaso de su joven maternidad.

Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo. Nació éste, y su salud y limpidez (claridad, pureza) de risa reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los dieciocho meses las convulsiones del primogénito se repetían, y al día siguiente el segundo hijo amanecía idiota.

Esta vez los padres cayeron en honda desesperación. ¡Luego su sangre, su amor estaban malditos! ¡Su amor, sobre todo! Veintiocho años él, veintidós ella, y toda su apasionada ternura no alcanzaba a crear un átomo de vida normal. Ya no pedían más belleza e inteligencia como en el primogénito; ¡pero un hijo, un hijo como todos!

Del nuevo desastre brotaron nuevas llamaradas del dolorido amor, un loco anhelo de redimir (salvar) de una vez para siempre la santidad de su ternura. Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitióse el proceso de los dos mayores.

Mas por encima de su inmensa amargura quedaba a Mazzini y Berta gran compasión por sus cuatro hijos. Hubo que arrancar del limbo de la más honda animalidad, no ya sus almas, sino el instinto mismo, abolido. No sabían deglutir, cambiar de sitio, ni aun sentarse. Aprendieron al fin a caminar, pero chocaban contra todo, por no darse cuenta de los obstáculos. Cuando los lavaban mugían hasta inyectarse de sangre el rostro. Animábanse sólo al comer, o cuando veían colores brillantes u oían truenos. Se reían entonces, echando afuera lengua y ríos de baba, radiantes de frenesí (intensidad) bestial. Tenían, en cambio, cierta facultad imitativa; pero no se pudo obtener nada más.

Según se plantea aquí, estimados detectives,¿qué se puede rescatar como positivo? ¿Qué sí pueden hacer estos niños?


8. Cuento. Parte 4

Con los mellizos pareció haber concluido la aterradora descendencia. Pero pasados tres años desearon de nuevo ardientemente otro hijo, confiando en que el largo tiempo transcurrido hubiera aplacado a la fatalidad.

No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se exasperaba en razón de su infructuosidad, se agriaron (su relación se transformó y no positivamente). Hasta ese momento cada cual había tomado sobre sí la parte que le correspondía en la miseria de sus hijos; pero la desesperanza de redención ante las cuatro bestias que habían nacido de ellos echó afuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los corazones inferiores.

Iniciáronse con el cambio de pronombre:tus hijos. Y como a más del insulto había la insidia (mala intención), la atmósfera se cargaba.

—Me parece —díjole una noche Mazzini, que acababa de entrar y se lavaba las manos—que podrías tener más limpios a los muchachos.

Berta continuó leyendo como si no hubiera oído.

—Es la primera vez —repuso al rato— que te veo inquietarte por el estado de tus hijos.

Mazzini volvió un poco la cara a ella con una sonrisa forzada:

—De nuestros hijos, ¿me parece?

—Bueno, de nuestros hijos. ¿Te gusta así? —alzó ella los ojos.

Esta vez Mazzini se expresó claramente:

—¿Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no?

—¡Ah, no! —se sonrió Berta, muy pálida— ¡pero yo tampoco, supongo!… ¡No faltaba más!… —murmuró.

—¿Qué no faltaba más?

—¡Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, entiéndelo bien! Eso es lo que te quería decir.

Su marido la miró un momento, con brutal deseo de insultarla.

—¡Dejemos! —articuló, secándose por fin las manos.

—Como quieras; pero si quieres decir…

—¡Berta!

—¡Como quieras!

¿Te das cuenta el efecto del diálogo?, ¿de la charla entre los personajes? A través de su conversación los lectores pasamos a ser espectadores no partícipes, algo así como si estuviéramos escuchando en un rincón sin intervenir. Pasa algo mágico, se rompe el tiempo y saltamos de estar afuera del texto a estar ahí, de este año en que vivimos al 1917. Los diálogos, entonces, son puents que permiten ir a la escucha directa de lo que se dijo, sin intermediarios.


9. Cuento. Parte 5


Ya que hablamos de tiempo es interesate traer la importancia de la palabra escrita, porque queda. De hecho, si compramso una cas, se hacen escrituras, no queda en un acuerdo de palbras. Lo mismo si compramos algo, aparece la conocida boleta o recibo ¿Qué ocurre con la obra de arte que estamos analizando? Algo más, no solo queda por estar escrita, trasciende, traspasa el tiempo, no permanece atrapada en él mientras haya un lector que la vuelva a encontrar y abra el libro. ¿Se dan cuenta que en este momento, gracias a la Literatura, somos viajeros del tiempo?

Pero sigamos y comprovemos si esta no fue una discusión aislada...

Éste fue el primer choque y le sucedieron otros. Pero en las inevitables reconciliaciones, sus almas se unían con doble arrebato y locura por otro hijo.

Nació así una niña. Vivieron dos años con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro desastre. Nada acaeció, (ocurrió) sin embargo, y los padres pusieron en ella toda su complaciencia, que la pequeña llevaba a los más extremos límites del mimo y la mala crianza.

Si aún en los últimos tiempos Berta cuidaba siempre de sus hijos, al nacer Bertita olvidóse casi del todo de los otros. Su solo recuerdo la horrorizaba, como algo atroz que la hubieran obligado a cometer. A Mazzini, bien que en menor grado, pasábale lo mismo. No por eso la paz había llegado a sus almas. La menor indisposición de su hija echaba ahora afuera, con el terror de perderla, los rencores de su descendencia podrida. Habían acumulado hiel sobrado tiempo para que el vaso no quedara distendido, y al menor contacto el veneno se vertía afuera. Desde el primer disgusto emponzoñado habíanse perdido el respeto; y si hay algo a que el hombre se siente arrastrado con cruel fruición (disfrute) es, cuando ya se comenzó, a humillar del todo a una persona. Antes se contenían por la mutua falta de éxito; ahora que éste había llegado, cada cual, atribuyéndolo a sí mismo, sentía mayor la infamia de los cuatro engendros que el otro habíale forzado a crear.

¿Te quedó la última forma de llamar a “los cuatro idiotas”? Repasemos: “...cuatro engendros que el otro habíale obligado a crear.” Antes hablamos de desear al hijo, pensarlo y concebirlo desde el amor. Ahora es una obligación generada por el otro. ¿Qué cambio, no?


10. Cuento. Parte 6

Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos mayores afecto posible. La sirvienta los vestía, les daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pasaban todo el día sentados frente al cerco, abandonados de toda remota caricia. De este modo Bertita cumplió cuatro años, y esa noche, resultado de las golosinas que era a los padres absolutamente imposible negarle, la criatura tuvo algún escalofrío y fiebre. Y el temor a verla morir o quedar idiota, tornó a reabrir la eterna llaga.

¿Entendés el temor de estos padres? ¿Por qué será que no se menciona el nombre de los niños y sí el de la niña, la menor de los cinco? ¿Le ocurrirá lo mismo a Bertita? Sigamos...

Hacía tres horas que no hablaban, y el motivo fue, como casi siempre, los fuertes pasos de Mazzini.

—¡Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio? ¿Cuántas veces…?

—Bueno, es que me olvido; ¡se acabó! No lo hago a propósito.

Ella se sonrió, desdeñosa: —¡No, no te creo tanto!

—Ni yo jamás te hubiera creído tanto a ti… ¡tisiquilla!

—¡Qué! ¿Qué dijiste?…

—¡Nada!

—¡Sí, te oí algo! Mira: ¡no sé lo que dijiste; pero te juro que prefiero cualquier cosa a tener un padre como el que has tenido tú!

Mazzini se puso pálido.

—¡Al fin! —murmuró con los dientes apretados—. ¡Al fin, víbora, has dicho lo que querías!

—¡Sí, víbora, sí! Pero yo he tenido padres sanos, ¿oyes?, ¡sanos! ¡Mi padre no ha muerto de delirio! ¡Yo hubiera tenido hijos como los de todo el mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!

Mazzini explotó a su vez.

—¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora!

Continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un gemido de Bertita selló instantáneamente sus bocas. A la una de la mañana la ligera indigestión había desaparecido, y como pasa fatalmente con todos los matrimonios jóvenes que se han amado intensamente una vez siquiera, la reconciliación llegó, tanto más efusiva cuanto infames fueran los agravios.

Amaneció un espléndido día, y mientras Berta se levantaba escupió sangre. Las emociones y mala noche pasada tenían, sin duda, gran culpa. Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y ella lloró desesperadamente, pero sin que ninguno se atreviera a decir una palabra.

A las diez decidieron salir, después de almorzar. Como apenas tenían tiempo, ordenaron a la sirvienta que matara una gallina.

Atención detectives, aquí aparece una acción que tiene que ver con el título. Berta, la mamá de los niños, pidió a la sirvienta que matara a una gallina. ¿Pero qué pasó luego?

El día radiante había arrancado a los idiotas de su banco. De modo que mientras la sirvienta degollaba en la cocina al animal, desangrándolo con parsimonia (Berta había aprendido de su madre este buen modo de conservar la frescura de la carne), creyó sentir algo como respiración tras ella. Volvióse, y vio a los cuatro idiotas, con los hombros pegados uno a otro, mirando estupefactos la operación… Rojo… rojo…

¿Por qué se pararon los niños? ¿Por qué fueron a la cocina? No todo se cuenta en el relato, pero además del sol fuerte, la gallina debe haber gritado y el sonido, atraído a los niños hasta la cocina. El color de la sangre es maravillosamente intenso. Sin duda, los emocionó. Recuerden que ellos no sabían distiguir lo bueno de lo malo. No había culpa en mirar matar a un animal, solo disfrutaban ver el color y probablemente al escuchar el sonido.


11. Cuento. Parte 7

—¡Señora! Los niños están aquí, en la cocina.

Berta llegó; no quería que jamás pisaran allí. ¡Y ni aun en esas horas de pleno perdón, olvido y felicidad reconquistada, podía evitarse esa horrible visión! Porque, naturalmente, cuando más intensos eran los raptos de amor a su marido e hija, más irritado era su humor con los monstruos.

—¡Que salgan, María! ¡Échelos! ¡Échelos, le digo!

Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmente empujadas, fueron a dar a su banco.

Después de almorzar salieron todos. La sirvienta fue a Buenos Aires y el matrimonio a pasear por las quintas. Al bajar el sol volvieron; pero Berta quiso saludar un momento a sus vecinas de enfrente. Su hija escapóse enseguida a casa.

¿Alguna vez sus madres o padres se quedaron charlando con un vecino y entraron a casa ? Bertita era pequeña, y estaba cansada del paseo, de la compañía, por eso se fue a su casa. Algo común, ¿no les parece?

Entretanto los idiotas no se habían movido en todo el día de su banco. El sol había traspuesto ya el cerco, comenzaba a hundirse, y ellos continuaban mirando los ladrillos, más inertes que nunca.

De pronto algo se interpuso entre su mirada y el cerco. Su hermana, cansada de cinco horas paternales, quería observar por su cuenta. Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta. Quería trepar, eso no ofrecía duda. Al fin decidióse por una silla desfondada, pero aun no alcanzaba. Recurrió entonces a un cajón de kerosene, y su instinto topográfico hízole colocar vertical el mueble, con lo cual triunfó.

¿Por qué la niña quiso saber que veían los niños? ¿Piensan que estaba acostumbrada a verlos?

Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cómo su hermana lograba pacientemente dominar el equilibrio, y cómo en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus manos tirantes. Viéronla mirar a todos lados, y buscar apoyo con el pie para alzarse más.

Pero la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su hermana mientras creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que habiendo logrado calzar el pie iba ya a montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente sintióse cogida de la pierna. Debajo de ella, los ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo.

—¡Soltáme! ¡Déjame! —gritó sacudiendo la pierna. Pero fue atraída.

—¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! —lloró imperiosamente. Trató aún de sujetarse del borde, pero sintióse arrancada y cayó.

—Mamá, ¡ay! Ma. . . —No pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo.

Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oír la voz de su hija.

—Me parece que te llama—le dijo a Berta.

Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más. Con todo, un momento después se despidieron, y mientras Berta iba dejar su sombrero, Mazzini avanzó en el patio.

—¡Bertita!

Nadie respondió.

—¡Bertita! —alzó más la voz, ya alterada.

Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le heló de horrible presentimiento.

—¡Mi hija, mi hija! —corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en el piso un mar de sangre. Empujó violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror.

Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el grito y respondió con otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se interpuso, conteniéndola:

—¡No entres! ¡No entres!

Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro.


12. Comentarios finales

¿Qué les pareció el final? ¿Lo esperaban? ¿Por qué los niños mataron a su hermana de esa forma? ¿Hay un culpable de la muerte de Bertita? ¿Creen que se podía haber evitado?

¿Qué haremos ahora? Primero reponder estas últimas preguntas. Ahora una pequeña explicación: lo que hemos intentado a través de este cuento, es una lectura comentada. Pensar en grupo es más rico, porque todos tenemos miradas diferentes. Si nos prestamos atención y permanecemos abiertos, además de aprender a escuchar, descubrir tiempos, lenguaje gestual, y respetarnos, conocemos y ampliamos nuestro horizonte, nuestras percepciones. ¡Es muy importante el otro! También da para pensar que cada uno, use o no lentes, siempre está mirando al mundo y a sí mismo, desde quién es, desde su historia personal, desde su tiempo y espacio. Veamos un ejemplo, de pronto vivimos en el polo norte, somos Inuits (pueblo llamado así por comer pescado crudo), no manejamos los colores como en Uruguay. Tenemos muchos blancos, hay uno que refiere a ese color especial de la nieve cuando la capa es finita y si la pisamos rompemos el hielo y caemos al agua muy fría. Tenemos que manejarlos a todos. Ese conocimiento que se desprende del entorno y puede salvar vidas, en Uruguay -país sin nieve- no lo necesitamos y sí, tampoco lo tenemos. Rápidamente intentemos nombrar los blancos que conocemos, ¿cuántos son? ¿Ven como la lengua está asociada a absolutamente todo y es parte importante de la cultura, nos determina y lleva a crear un pensamiento con características particulares? Ya me imagino lo que están pensando...¿qué genial estudiar Literatura! ¡Opino igual!

Nos vemos la próxima, graben en video con las respuestas relacionadas con el cuento y compártanlas con su docente. ¡Esperamos el tuyo!


13. Video

14. Créditos

Autor: Horacio Quiroga

Comentarios: Prof. Soledad Carrero

ILSU  Natalia Medina y Florencia Barnada

Audio Natalia Medina y Florencia Barnada