1. Parte 1

  

 

Cuando se es joven no hay que vacilar en filosofar, y cuando se es viejo, no hay que cansarse de filosofar. Porque nadie es demasiado joven o demasiado viejo para cuidar el alma. Aquel que dice que la hora de filosofar aún no ha llegado, o que ha pasado, se parece al que dijese que no ha llegado aún el momento de ser feliz.