PLATÓN, EL BANQUETE

1. Platón, El Banquete

   

 

PLATÓN, EL BANQUETE

“Me parece que los hombres han ignorado por completo hasta ahora el poder del Amor(…) de todos los dioses es el que reparte más beneficios a los hombres, es su protector y el médico que los cura de los males que impiden al hombre llegar a la felicidad (…)

La naturaleza humana era antes muy diferente de como es hoy día. Al principio hubo tres clases de hombres: los dos sexos que subsisten hoy día y un tercero compuesto de estos dos. Este animal (humano) formaba una especie particular, que se llamaba andrógina porque reunía al sexo masculino y al femenino, pero ya no existe. En segundo lugar, tenían todos los hombres la forma redonda, de manera que el pecho y la espalda eran como una esfera y las costillas, circulares, cuatro brazos, cuatro piernas, dos caras fijas a un cuello orbicular y perfectamente parecidas; una sola cabeza reunía estas dos caras, opuestas la una a la otra; cuatro orejas, dos órganos genitales y el resto de la misma proporción. Marchaban erguidos como nosotros y sin tener necesidad de volverse para tomar todos los caminos que querían. Cuando querían ir más de prisa se apoyaban sucesivamente sobre sobre sus ocho miembros y avanzaban rápidamente por un movimiento circular, como los que con los pies en el aire hacen la rueda (…)

Sus cuerpos eran robustos y vigorosos y sus ánimos esforzados, lo que les inspiró la osadía de subir hasta el cielo y combatir contra los dioses (…) Por fin, después de largas reflexiones Júpiter se expresó en estos términos: creo haber encontrado un medio de conservar a los hombres y de tenerlos más reprimidos, y es disminuir sus fuerzas. Los separaré en dos y así los debilitaré: andarán derechos, sostenidos solamente por dos piernas, y si después de este castigo conservan su audacia y no quieren estar tranquilos los separaré de nuevo y se verán obligados a andar sobre un pie solo. Después de esta aclaración hizo el dios la separación que acababa de resolver, cortó a los hombres en dos mitades, lo mismo que hacen los hombres con la fruta cuando la quieren conservar en almíbar, partiéndola en dos partes iguales.

(…) Una vez hecha esta división, cada mitad trató de encontrar aquella de la que había sido separada y cuando se encontraban se abrazaban y unían con tal ardor en su deseo de volver a la primitiva unidad que perecían de hambre y de inanición en aquel abrazo, no queriendo hacer nada la una sin la otra.