LAS PARÁBOLAS DE LA MISERICORDIA

16. Parte 16

 

  
 

En el sexto momento el hijo mayor que regresa del trabajo del día se encuentra con la sorpresa de la fiesta y se entera por los criados lo que sucedió. No quiere entrar y expresa su disconformidad con el énfasis en su obediencia al padre y el adverbio de tiempo que enfatiza la negación total: “no habiéndote desobedecido jamás”. Hay un reclamo al padre diciendo que “nunca me has dado ni un cabrito”, (15:29) encontrándose una contraposición entre “el becerro” (cría de la vaca) “gordo” , es decir, el mejor y el “cabrito” (cría de la cabra) de menor valor por su carne, además de la inferioridad del diminutivo que señala el sufijo. 

El hermano mayor se encarga de decir al padre lo que por reticencia ha omitido el texto, que es lo que el hermano menor ha realizado con el dinero. Se comporta con celos por el hermano menor, de la misma misma forma que los fariseos y escribas sentían celos por los publicanos y los pecadores. El padre no se sorprende, pues por supuesto ya lo imaginaría; y le explica la unidad que ellos han tenido siempre, en contraposición con el alejamiento del hermano menor. El hermano mayor quizá no sentía la confianza necesaria para realizar una fiesta, pero el padre siente que él la hubiera podido hacer: “todas mis cosas son tuyas” (15:31). Y vuelve a repetir el par de metáforas en antítesis (ya explicadas) con que se cierra la última parábola. 

La conclusión es que Jesús ha relatado estas tres parábolas para que los fariseos y escribas entendieran la causa de estar rodeado por los publicanos y pecadores. Es porque ellos lo necesitaban, precisaban escucharlo y su arrepentimiento era importante. El padre de la última parábola es por semejanza Dios, que tiene la compasión para perdonar al pecador arrepentido.