SÓCRATES Y LOS SOFISTAS

3. Protágoras

Protágoras

Entre los sofistas que llegaron a Atenas, Protágoras de Abdera fue el de mayor edad y, en muchos aspectos, el más influyente. Es bien conocido por su afirmación de que "el hombre es la medida de todas las cosas, de las que existen en cuanto existen, de las que no existen en cuanto no existen". Decir que el hombre es la medida de todas las cosas significa, aparentemente, que cualquier conocimiento que el hombre pudiera alcanzar acerca de cualquier cosa estará limitado a sus capacidades humanas. Dejó de lado cualquier discusión teológica, afirmando que "acerca de los dioses no puedo saber si existen o no existen, ni de qué forma son, pues las razones que impiden saberlo son varias: la oscuridad del tema, la brevedad de la vida humana". El conocimiento, dice Protágoras, está limitado a nuestras percepciones y éstas son diferentes en cada ser. Si dos personas observaran el mismo objeto, sus sensaciones serían diferentes debido a que cada una ocuparía una posición diferente en relación al mismo. Igualmente, la misma brisa resultará fría para uno y cálida para otro. Si la brisa es fría o no, resulta imposible de contestar de manera simple: es un hecho frío para uno y cálido para otro. Decir que el hombre es la medida de todas las cosas es, por eso, afirmar que nuestro conocimiento está determinado por lo que percibimos, y si hay algo en cada persona que la hace percibir cosas distintas no existe criterio para determinar quién está en la verdad y quién en el error. Protágoras pensó que todos los objetos que los hombres perciben por sus diversos sentidos poseen todas las propiedades que se admiten como pertenecientes a los mismos. Por tal razón, es imposible descubrir cuál es la "verdadera" naturaleza de cada cosa; una cosa tiene tantas características como personas las perciben. No hay manera de distinguir entre "apariencia" y "realidad"; para la persona que afirma que la brisa es fría, es realmente fría y no solo aparece como tal, aunque sea cálida para otra. Sobre esta teoría del conocimiento resulta imposible construir cualquier conocimiento científico, pues rechaza la posibilidad de descubrir qué son realmente las cosas, ya que distintos observadores las perciben distintamente. El conocimiento es, pues, para Protágoras, relativo a cada observador.

En lo que a ética se refiere, Protágoras mantuvo que los juicios morales son relativos y estuvo dispuesto a admitir que la idea de ley refleja el deseo general en cada cultura de un orden moral entre los hombres, pero negó que hubiera una ley natural uniforme para todos los pueblos. Distinguió entre naturaleza y costumbre o convención, y afirmó que las leyes y reglas morales se basan, no en la naturaleza, sino sobre convenciones. Cada sociedad tiene sus propias leyes y sus propias normas morales y no hay modo, aparte de ciertas observaciones del sentido común respecto a su "verdad" relativa, de juzgar cuáles son verdaderas y cuáles falsas. Pero Protágoras no llevó este relativismo moral al extremo revolucionario de decir que, debido a que los juicios morales son relativos, cada individuo puede decidir lo que es moral. Por lo contrario, adopta la actitud conservadora de que es el estado el que debe hacer las leyes y éstas ser aceptadas por todos, porque son buenas. Otra comunidades pueden tener leyes diferentes, y los individuos dentro de un estado pueden pensar también en leyes diferentes, pero en ningún caso unas son mejores que otras; son tan sólo diferentes. En los intereses de una sociedad pacífica y ordenada, pues, los hombres deben respetar y sostener las costumbres, las leyes y las normas morales que la respectiva tradición ha nutrido.

En materia religiosa, Protágoras adoptó un punto de vista similar, afirmando que la imposibilidad de conocer con certeza la existencia y la naturaleza de los dioses no debe impedir a nadie rendirles culto. El curioso resultado del relativismo de Protágoras fue su conclusión conservadora de que los jóvenes deben ser educados para aceptar y apoyar la tradición, no porque esta sea verdadera, sino porque hace posible una sociedad estable. No hay dudas de que el relativismo de Protágoras ha minado seriamente la confianza del hombre en poseer un conocimiento verdadero y su escepticismo provocó la enérgica crítica de Sócrates y de Platón.