LA GALLINA DEGOLLADA. HORACIO QUIROGA

5. Cuento. Parte 1

La Gallina degollada. Horacio Quiroga

Todo el día, sentados en el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la boca abierta.

Primeras preguntas, muy importantes: ¿qué datos aporta el narrador de los cuatro hermanos? ¿El lugar? ¿El tiempo? ¿Su aspecto? ¿Se acuerdan de todo? Si les falta alguno de estos datos, revisen lo narrado. ¡Habrá que verlo una vez más!

El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar (caer, al atardecer) los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa (la misma risa les causaba otra y se generaba como una sucesión. Nos pasa a veces, cuando empezamos a reírnos y después de un rato, no nos acordamos del motivo), mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida.

Otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia (en este caso su quietud), y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo (como si no estuvieran allí), y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa (espesa) saliva el pantalón.