PRIMERA SALIDA DE GREGORIO

3. Parte 3

Gregorio se movió lentamente hacia ella, empujando la silla, la que abandonó al llegar. Se arrojó contra la puerta y se mantuvo erguido –los tarsos de sus patitas segregaban cierta sustancia pegajosa–, descansando un minuto a causa de la fatiga. Luego, con la boca, trató de hacer girar la llave en la cerradura. Por desgracia, parecía que no tenía nada parecido a dientes; ¿con qué sostendría entonces la llave? Pero sus mandíbulas eran por cierto muy fuertes, y ayudándose con ellas pudo poner la llave en movimiento, sin darse cuenta de que inevitablemente se lastimaba, pues un líquido oscuro salía de su boca y, escurriéndose por la llave, goteaba sobre el piso. –Escuchen –dijo el encargado en la pieza contigua–; hace girar la llave. Esto infundió mucho ánimo en Gregorio. Pero todos (también el padre y la madre) tendrían que haberlo alentado: “¡Adelante, Gregorio”, debieron gritar, “siempre adelante! ¡Firme con la cerradura!”. E imaginando que todos seguían sus esfuerzos con impaciencia, mordió la llave con tanta fuerza que estuvo a punto de desmayarse; y, sosteniéndose solo con la boca, se columpiaba conforme a los giros progresivos de la llave, ya colgado de ella, ya moviéndola hacia abajo con todo el peso de su cuerpo. Al ceder la cerradura, el sonido metálico despabiló a Gregorio que, respirando con alivio, se dijo: “Bueno, no tuve necesidad de cerrajero”, y apoyó la cabeza en el picaporte para terminar de abrir. Al hacerlo de esa manera, aunque la puerta se abrió de golpe, a él no lo veían aún. Primero debió volverse lentamente para no desplomarse de espaldas a la entrada misma del cuarto. Estaba ocupado aún en tan difícil movimiento, y sin tiempo para pensar en otra cosa, cuando oyó que el encargado exhalaba un “¡oh!” (sonó como el silbar del viento), y como era el que estaba más próximo a la puerta, ahora lo veía taparse la boca con la mano y retroceder lentamente como si una fuerza invisible lo empujara sin interrupción.