LA ÉTICA DE IMMANUEL KANT

2. La buena voluntad

Según Kant puede haber muchas cosas buenas, como el valor, la decisión, la perseverancia y otras muchas cualidades, pero ninguna de ellas puede ser llamada buena sin restricción. Cualquiera de estas cualidades puede llegar a ser mala y dañina si la VOLUNTAD que ha de hacer uso de ellas no es buena.

La experiencia muestra que la razón no es el mejor instrumento para conseguir la felicidad. Si la naturaleza hubiera pretendido que los seres humanos fuéramos felices, nos habría proveído de un instinto para ese fin. 

Lo que observamos es que entre más cultiva la gente la razón, menos posibilidades tiene de alcanzar la felicidad. Kant concluye que la razón no está prevista para producir felicidad, sino para producir buena voluntad.

La BUENA VOLUNTAD es buena siempre, en cualquier circunstancia y con independencia de que alcance un fin propuesto, es decir que no importa el éxito de la acción. Así que si por ejemplo si hago todo lo posible por ayudar a una persona y finalmente fracaso en el intento, esto no disminuye el valor moral de la acción.

Fragmento 1; La fundamentación de la metafísica de las costumbres Ni en el mundo ni, en general, fuera de él es posible pensar nada que pueda ser considerado bueno sin restricción, excepto una buena voluntad. El entendimiento, el ingenio, la facultad de discernir, o como quieran llamárselos talentos del espíritu (...) son, sin duda, buenos y deseables en muchos sentidos, aunque también pueden llegar a ser extraordinariamente malos y dañinos si la voluntad que debe hacer uso de estos dones de la naturaleza y cuya constitución se llama propiamente carácter no es buena. Lo mismo sucede con los dones de la fortuna. El poder, la riqueza, el honor, incluso la salud y la satisfacción y alegría con la propia situación personal, que se resume en el término felicidad, dan valor, y tras él a veces arrogancia, si no existe una buena voluntad que dirija y acomode a un  fin universal el influjo de esa felicidad y con él el principio general de la acción; (...) por lo que la buena voluntad parece constituir la ineludible condición que nos hace dignos de ser felices.

La Voluntad es buena cuando actúa POR DEBER y no por INCLINACIÓN, esta última supone tendencias de nuestra sensibilidad, es decir lo que deseo por intereses o afectos, sino que la buena voluntad es siempre buena cuándo obra por deber, un deber que está determinado por la razón.