LA ÉTICA DE IMMANUEL KANT

1. La ética de Immanuel Kant (1724-1804)

La ética kantiana se caracteriza por un incondicional compromiso con la libertad humana, con la dignidad del hombre y con la concepción de que la obligación moral no deriva ni de Dios, ni de las autoridades y comunidades humanas ni de las preferencias o deseos de los agentes humanos, sino de la RAZÓN.

Las normas morales y jurídicas de un pueblo se constituían generalmente a partir de las tradiciones religiosas. 

Durante siglos se concibió al Estado como dotado de una religión oficial. 

En la Europa medieval más allá de las diferencias entre los pueblos la religión católica es la fuente de las normas morales y jurídicas que dejan poco margen para el desarrollo de los ideales de la vida individuales que contradigan las tradiciones sociales.

Con la reforma protestante y las guerras de religión del siglo XVII se quiebra la unidad religiosa y la idea de fundamentar la moral y el derecho en la religión cede su paso a una concepción que pretende establecer normas universales fundamentadas racionalmente, que no valgan solamente a un pueblo o cultura determinadas, sino que valgan para todos, sean universales y que no estén basadas en la religión o tradición tengan un fundamento racional.

La ética de Kant está expuesta en: La fundamentación de la metafísica de las costumbres y en La crítica de la razón práctica. En ambos nos encontramos con un intento elaborado de construir una ÉTICA UNIVERSAL DE NATURALEZA RACIONAL.

La base de la obligación, del deber ser, no puede fundarse en nada empírico, pues: aunque deba referirse al hombre, como ser racional, no puede fundarse ni en la naturaleza humana ni en las circunstancias humanas, sino que ha de ser a priori.

De ahí la crítica de Kant a los sistemas morales fundados en contenidos empíricos, a los que llamaremos éticas materiales. En primer lugar, todas ellas son a posteriori: de alguna manera todas ellas identifican el bien con la felicidad, y consideran bueno el objeto hacia el que tiende la naturaleza humana considerada empíricamente, aceptando la determinación de la voluntad por objetos ofrecidos al deseo.