TERCERA SALIDA DE GREGORIO

1. Parte 1

Esa misma noche tocaron el violín en la cocina. Gregorio no recordaba haberlo oído en todo aquel tiempo. Los huéspedes ya habían dado término a su cena; el del medio sacó un diario, le dio una hoja a cada uno de los otros, y los tres leían echados hacia atrás y fumaban. Cuando el violín comenzó a sonar, prestaron atención, se levantaron y fueron de puntillas hasta la puerta del recibidor, y se quedaron allí inmóviles y muy juntos. Debieron oírlos desde la cocina, pues el padre dijo en voz alta: –Si a los señores les desagrada la música, cesará de inmediato. –Al contrario –dijo el señor del medio–. ¿No le agradaría a la señorita venir donde nosotros y tocar aquí, porque es más cómodo y agradable? –¡Como no!, si ustedes lo permiten –exclamó el padre como si él fuera el violinista. Los huéspedes volvieron a la sala y esperaron. De inmediato llegó el padre trayendo el atril, la madre las hojas de música y la hermana el violín. Muy tranquila, esta preparó todo para tocar. Los padres, que antes nunca habían alquilado habitaciones y por lo mismo exageraban la cortesía para con los huéspedes, no se atrevieron a sentarse en sus sitios habituales. El padre se apoyó en la puerta, con la mano derecha metida entre dos botones de la librea cerrada; pero la madre aceptó el sillón que uno de los huéspedes le ofreciera, y se sentó, dejando el asiento en el rincón apartado donde aquel señor lo había colocado casualmente. La hermana comenzó a tocar; el padre y la madre, cada uno desde su sitio, seguían atentamente los movimientos de sus manos. Gregorio, atraído por la música, se atrevió a avanzar un paso y su cabeza ya estaba en la sala.