TERCERA SALIDA DE GREGORIO

3. Parte 3

Pero la hermana tendría que permanecer con él voluntariamente y no por fuerza. Sentada en el sofá junto a él, inclinaría la cabeza para escucharlo, y él le confesaría que había tenido el firme propósito de enviarla al Conservatorio, y que de no haber ocurrido aquella desgracia, en las pasadas Navidades –¿acaso habían pasado ya las Navidades?– se lo hubiera contado a todos sin preocuparse de ocasionales objeciones. Luego de esta explicación la hermana rompería a llorar estremecida y Gregorio se erguiría hasta sus hombros para besarle el cuello que, desde que trabajaba en la tienda, acostumbraba a llevar desnudo, sin cuello ni cinta.

– ¡Señor Samsa! –le dijo al padre el señor del medio, y sin perder más tiempo en palabras, señaló con el índice a Gregorio que avanzaba lentamente. Enmudeció el violín. El señor del medio miró primeramente a sus amigos, sacudiendo la cabeza, para volver después la vista a Gregorio. Al padre le pareció que en lugar de expulsar a Gregorio era preciso, ante todo, tranquilizar a los huéspedes pese a que ellos no acusaban la menor alteración, sino que parecían divertirse más con Gregorio que con el violín. Se precipitó hacia ellos con los brazos extendidos tratando de empujarlos a su habitación y, al mismo tiempo, ocultarles con su propio cuerpo la vista de Gregorio. En realidad ellos se mostraron un poco enojados, aunque no era posible saber si esto se debía a la actitud del padre o al enterarse de que habían vivido bajo el mismo techo con un vecino como Gregorio. Exigían explicaciones al padre, levantaban a su vez los brazos, se tiraban nerviosamente de las barbas, mientras retrocedían muy lentamente a su habitación.