1. Serpiente


  “Serpiente” libro “Bocas del tiempo” Eduardo Galeano

Ardían las brasas, chorreaban sus jugos los chorizos, de las carnes doradas se desprendían aromas de perdición. Frente a su casona de piedra, en la sierra de Minas, monte adentro, Don Venancio ofrecía asado a sus amigos de la ciudad.

Ya estaban por empezar a comer, cuando el hijo menor, muy chiquilín todavía, anunció:

  • Hay una víbora en la casa.

Y alzando un palo, pidió:

  • ¿La mato yo?

Fue autorizado.

Después, don Venancio entró y comprobó: un trabajo bien hecho. En la cabeza, aplastada a golpes, se adivinaba todavía el dibujo de la cruz amarilla. Era una crucera. Y de las más grandes. Dos metros quizá tres.

Don Venancio felicitó al hijo, sirvió el asado y se sentó.

El banquete fue celebrado largamente, con varios bises y mucho vino.

Al final, don Venancio brindó por el matador, anunció que iba a darle el cuero de la serpiente, su trofeo, y los invito a todos:

  • Vengan a verla. Era enorme.

Pero cuando entraron a la casa, la serpiente no estaba.

Don Venancio masculló la bronca, entre dientes, y dijo que joderse, nomás:

  • El compañero se lo llevó para la cueva.

Y dijo que siempre es así. Sea serpiente o serpienta, macho o hembra, el muerto siempre tiene quien lo venga a buscar.

Entonces todos volvieron a la mesa, al vino y a la los chistes.

Todos volvieron, menos uno. A Pinio Ungerfeld le costó salir. Él se quedó en la casa, un rato largo, clavado ante esa mancha negra seca en el suelo.