Comunicación Visual - 3º C.B.
ALGUNOS CONCEPTOS
EL CARNAVAL TRADICIONAL:
"Su iconografía, que evoca las caretas, cabezudos, corsos, comparsas, mascaritas y desfiles más tradicionales, está arraigada en experiencias autobiográficas.
Con ojos de niño deslumbrado vio los carnavales de Fray Bentos y siempre recordó con claridad cómo se escondía en el regazo de su abuela cuando pasaba la comparsa La Tigrera con el Preciosuario, animal terrible "que comía niños" y era luego colgado por el pueblo mientras "los diablos" desfilaban con vejigas infladas, azotaban el suelo y hacían un ruido amenazador.
Más adelante observó los carnavales del Buceo en Montevideo y aún de adulto podía revivir el terror infantil que le producían las comparsas y mascaritas de los tablados, como le resultaban inolvidables la presencia de las caretas de calavera en los bailes de Los Piratas, la duplicidad de las misteriosas mascaritas y el simbolismo de los carros alegóricos.
A partir de 1937 encontró otra vez los carnavales de su ciudad natal, con la misma fascinación pero ya a un nivel participativo mucho mayor como diseñador, constructor, juez de carrozas, decorador de salones de baile y escenógrafo (entre 1938 y 1944) de esas carnestolendas.
SUPERSTICIONES Y SABIDURÍA
Mientras abordaba el carnaval Solari develaba otros contenidos característicos de la cultura uruguaya aunando la experiencia de esa fiesta popular de gran potencial simbólico con ciertos rasgos del mundo telúrico.
Uno de ellos es la fantasía propia del mito y el folklore. Su imaginación fue alimentada por los relatos de un tío abuelo que le hacía de niño cuentos de aparecidos, fantasmas, ánimas, lobizones y brujas.
A esas vivencias infantiles se sumaron sus experiencias como ayudante de Inspección Veterinaria del Frigorífico Anglo de Fray Bentos y como vendedor ambulante en las estancias de Río Negro (1938-1940) y gracias a ello un profundo conocimiento de la realidad campera y de esas mentes propensas a las supersticiones.
Conviviendo con los hombres de campaña Solari sintió una transfiguración permanente de la realidad, y en zonas perdidas pudo oír silbidos de animales misteriosos, sonidos alarmantes y silencios que se pueblan de voces y almas en pena como recordaba de las inolvidables noches de los fogones, de las horas de los duendes y de los espacios infinitos. Esas experiencias dejaron su impronta en la valorización de lo mágico y misterioso.
Solari se enriquecía con otros aspectos de esas vivencias y rescataba refranes, textos populares y dichos camperos, que también tienen claras alusiones a las costumbres locales y son un verdadero homenaje a la sabiduría oral popular.
Entre otras expresiones que aparecen escritas en sus grabados se encuentran "los que cortan el bacalao", "vaya a saber porqué, y en una de esas quién sabe, y a lo mejor quién le dice", "el que come y no convida", "los cantores se buscan por la tonada", "el que mal anda mal acaba ", "al que le caiga el burro que se lo ponga ", "por cuatro días locos que vamos a vivir", "el pez grande se come al chico", "no hay peor sordo que el que no quiere oír" o "la culpa no la tiene el chancho sino el que le rasca el lomo"."
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